Parte 1: La Flor Marchita En el corazón de un bosque encantado, donde los árboles susurran secretos y los ríos cantan canciones olvidadas, vivía Felicitit, un hada morada tan única como las estrellas que decoraban el cielo nocturno. Las demás hadas la miraban con curiosidad, pues Felicitit tenía una inquietud que las otras no compartían. A menudo se deslizaba entre los árboles y se detenía al borde del bosque, donde el mundo mágico se encontraba con el mundo humano. Felicitit observaba a los humanos con una fascinación que iba más allá de la simple curiosidad. Los veía reír, llorar, y amar, y se preguntaba por qué las hadas no podían experimentar esas emociones. “¿Por qué no podemos enamorarnos?”, se preguntaba mientras contemplaba a una joven pareja que se tomaba de la mano al otro lado de la frontera invisible. Los humanos no podían ver a las hadas; su fe en la magia se había desvanecido hacía siglos, reemplazada por preocupaciones mundanas. Pero Felicitit no se daba por vencida. Est...
Libero mi mente de toda atadura. Dejo ir toda la culpa, Y le abro la puerta al merecimiento, a la alegría, al cariño, al amor, a que alguien piense en mí, a ser suficiente para tener, para recibir y para ser recordada. Mis manos no están vacías, están llenas de posibilidades, de deseos, de atracción.