martes, 2 de diciembre de 2025

"El Último Destello de Felicitit" Parte 2

Parte 2: El Encuentro Inesperado

Mientras Felicitit yacía en el suelo, con los ojos cerrados y el corazón lleno de desesperanza, sintió algo suave y fragante caer en su regazo. Abrió los ojos y vio una bolsa llena de flores, todas frescas y vibrantes. Alzó la vista y encontró a un joven de cabello castaño y ojos cafés que la miraba con ternura.

—Eres la flor más bella que he encontrado aquí —dijo el joven con una sonrisa cálida—. Y no dejaré que te marchites.

El joven se llamaba Hugo, un habitante del pueblo que había perdido a su madre recientemente. Su madre le contaba historias de hadas cuando era niño, historias que él nunca olvidó. Aunque el mundo a su alrededor se volvió cínico y duro, Hugo seguía creyendo en la magia, aunque solo en lo más profundo de su corazón.

Al ver a Felicitit, algo en él despertó. Aunque no la reconocía como un hada, sentía que ella era especial, diferente de todos los demás. La levantó del suelo y la llevó a su hogar, donde la cuidó con dedicación. A medida que pasaban los días, Felicitit y Hugo comenzaron a conocerse mejor. Aunque ella ya no tenía magia, algo en su presencia seguía siendo encantador, y Hugo no podía evitar sentirse atraído por ella.

Con el tiempo, Felicitit comenzó a recuperar algo más valioso que su magia: su esperanza. A pesar de haber perdido sus alas, descubrió que el amor y la compasión podían ser tan poderosos como cualquier hechizo. Sin embargo, un miedo persistente la atormentaba: ¿Qué pasaría si Hugo descubría la verdad? ¿Podría amarla sabiendo que alguna vez fue un hada?

Un día, mientras Hugo estaba fuera, Felicitit exploró la casa y encontró un viejo libro de cuentos que pertenecía a la madre de Hugo. Era un libro sobre hadas y seres mágicos, y en sus páginas, encontró un pasaje que hablaba de un hada morada que, según la leyenda, sacrificó su poder por amor.

Las palabras del libro parecían describir su propia vida, y Felicitit se dio cuenta de que había algo más en su encuentro con Hugo. Tal vez, en algún nivel, su destino ya estaba escrito. Esa noche, cuando Hugo regresó, Felicitit decidió contarle la verdad. Le habló de su vida como hada, de su destierro, y de cómo había llegado a su mundo.

Para su sorpresa, Hugo no se sorprendió ni se alejó. En cambio, la miró con aún más ternura y le confesó que siempre había creído en la magia.

—Puede que ya no tengas tus alas —dijo Hugo—, pero para mí, sigues siendo la criatura más mágica que he conocido.

Con el tiempo, Felicitit y Hugo se enamoraron profundamente, un amor que trascendía la magia y las diferencias entre sus mundos. Pero la vida no siempre era fácil. Felicitit seguía luchando con la pérdida de su poder, y Hugo enfrentaba las dificultades de ser un hombre común en un mundo que no creía en los sueños.

Un día, mientras paseaban por el bosque, Hugo encontró una flor azul en el suelo, justo en el lugar donde Felicitit solía lanzar sus flores mágicas. La recogió y se la entregó a Felicitit.

—Esta flor es para ti —dijo—. Tal vez no tenga magia, pero es un símbolo de lo que hemos construido juntos.

Cuando Felicitit tomó la flor, algo extraordinario sucedió. La flor brilló con una luz suave, y en ese momento, Felicitit sintió un calor familiar recorrer su cuerpo. No era su antigua magia regresando, sino algo nuevo, algo más fuerte: el poder del amor verdadero.

Esa noche, al regresar al pueblo, la gente notó un cambio en Felicitit. Aunque seguía siendo mortal, había una luz en sus ojos, un destello de magia. A partir de entonces, Felicitit y Hugo vivieron juntos, demostrando que, aunque la magia puede tomar muchas formas, el amor es la más poderosa de todas.

Y así, en un pequeño pueblo olvidado por la magia, una flor marchita floreció de nuevo, gracias a la creencia de un joven en lo imposible y al corazón inquebrantable de un hada morada.

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